domingo, 1 de abril de 2012

¿A Dios con Condiciones?



Por:  Miriam Rizcalla de Cornejo

Con frecuencia escuchamos a muchas personas decir:  Señor, si Tú me concedes esto o lo otro, yo te prometo que haré o dejaré de hacer tal cosa...Si Tú me curas de este mal, yo haré tal sacrificio y así, sucesivamente, van surgiendo una serie de promesas a cambio de una gracia especial proveniente de Dios.  Y surge la pregunta:  ¿A Dios con condiciones?

¿Quiénes somos nosotros para imponerle algo al Todo Poderoso?  ¿Quiénes somos para negociar con El?

¿Por qué tenemos que ofrecerle a Dios sólo nuestros errores y nuestras miserias, nuestros problemas, enfermedades, dificultades y tropiezos  acumulados a lo largo de nuestra existencia?  ¿Nos parece correcto pedirle algo y a cambio nosotros empezar una nueva vida, una especie de conversión a El, pues de lo contrario no lo haríamos?  ¿No seríamos capaces de hacer grandes transformaciones en nuestro ser interior, de cara al Señor, si no hay una recompensa de por medio?

Si por un instante supiéramos que no recibiremos nada de lo que pedimos y que tanto anhelamos, ¿no haríamos igualmente algo por mejorar espiritualmente y como seres humanos?

El mundialmente famoso soneto A Cristo Crucificado - también conocido como No me mueve mi Dios para quererte - acude a mi memoria cuando escucho esta clase de testimonios y ligerezas, que comúnmente tenemos para hablar.  Me es inevitable pensar y reflexionar en su contenido, en el fondo de cada una de sus palabras, su mensaje...

Este soneto maravilloso, profundo y tan sentido, de belleza admirable es un reflejo claro de lo que es amar a Dios, sin condiciones!  Aunque no recibiésemos nada de cuanto esperamos, y aunque no hubiese Cielo alguno para nosotros, igual de grande debe ser nuestro amor por El.  Sin condiciones!

Para la comunidad cristiana y católica mundial, la cuaresma e inicio de la Semana Santa es tiempo de reflexión.  Muchos de nosotros pensamos y reflexionamos acerca de la vida, de nuestras vidas en particular, de Dios, de nuestro Señor Jesús, el Salvador del mundo.  La ocasión, más que nunca, es propicia para meditar acerca de la vida, pasión y muerte de Jesucristo, de su amor infinito y misericordioso.  Reflexionemos entonces, si hemos hecho o estamos haciendo lo suficiente como respuesta a lo mucho que El nos dio.

Los dejo con un vídeo musical del soneto, y al ritmo de esta hermosa melodía, disfruten y analicen el fondo de esta preciosidad, que alguna vez alguien escribió.  Aunque su autoría permanece en el anonimato, sin lugar a dudas fue un regalo eterno a la humanidad, en especial, para los fieles creyentes de nuestro Señor Jesucristo.  Que lo disfruten.



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