Por: Miriam Rizcalla de Cornejo
Las vacaciones escolares terminaron. Los niños han vuelto a clases. Un año escolar más que inicia y un año calendario pronto a culminar.
Corre el mes de septiembre. El brillo del verano languidece, se torna opaco el día. Cada día.
A tientas el otoño reaparece empujado por una brizna de aire frío. Los árboles, bellamente ataviados, con sus vistosos follajes, se desvisten lentamente, prestos a mostrar su completa desnudez.
Mientras tanto, las ardillas no se cansan jugando entre los árboles. Suben y bajan por sus ramas recorridas en grata compañía. Juegan divertidas, inquietas y traviesas, golosas lo devoran todo, colmadas de placer.
Una extraña sensación emana de estos días grises.
Los niños de ayer, hoy no son tan niños. Van creciendo. Van cambiando y con su cambio todo cambia. Cambian los momentos, cambia el día a día, aunque adentro nada cambia. Así fue siempre y siempre lo será...
Acaso no haya otoño más gris que el paso del tiempo que lo cambia todo... casi todo...
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