sábado, 1 de diciembre de 2012

Dictadura y fanatismo



Por:  Miriam Rizcalla de Cornejo

A minutos de saberse los resultados presidenciales en Venezuela, dando como victorioso a Hugo Chávez, escribí un comentario de dos líneas en mi facebook que terminó en toda una controversia.

Y es que el presidente de la República Bolivariana de Venezuela, Hugo Chávez, indudablemente despierta -al igual que su camarada, Fidel Castro- verdaderas pasiones en sus seguidores alrededor del mundo, que no sólo lo admiran, sino que lo aman entrañablemente y,  cual caballos de carrera, están impedidos para ver hacia otro lado, pues las "anteojeras" que llevan puestas sólo les permite ver a través de los ojos de sus idealizados comandantes y, por lo tanto, en su misma dirección.

Igual que un partido de fútbol, la política despierta pasiones intensas en muchos, más en unos, menos en otros, pero a todos toca.  El detalle está en cómo nos toca.

Una jerga muy particular aflora cuando de hablar política se trata, especialmente cuando se está en contra de Estados Unidos.  Los términos son harto conocidos:  Imperialismo, yanquis, oligarquía, burguesía, los pobres y la clase trabajadora, los humildes, el proletariado, socialismo, comunismo, extrema izquierda, extrema derecha, democracia, capitalismo, yugo, verdugo, explotación...

El fanatismo se pone a flor de piel.  Los defensores fanáticos de un sistema encuentran los recursos necesarios para defender a capa y espada sus ideales, sus creencias.  En los libros, mucha documentación que los respalda, pero...mucha es la información que los refuta...

Un Chávez o un Castro se erigen, tal y como sucediera en su momento en Panamá, con Noriega, como héroes que están más allá del bien o del mal, sin ánimos de meter a Nietzsche en todo esto.  Son, a sus ojos, defensores indiscutibles de las clases más necesitadas.  No existe argumento válido o con suficiente fuerza a través de las incontables páginas, que a lo largo de los años se han escrito de ellos, y de todos los sistemas dictatoriales, que les cambie sus opiniones.  Sólo entienden una cosa:  Ellos son buenos y sobre todo son justos, porque "se preocupan por los pobres"...  Lo demás es difamación, información tergiversada, dirán algunos.  Como diría mi padre: Difícil tratar de convencer a un convencido...

No se trata de convencer a nadie, sino de aprender a desarrollar un sentido más critico de cada situación, sin excepción, y no repetir lo que otros dicen sólo por simpatía o conveniencia.  Son muchos los que se convierten en seres incondicionales siempre, no serlo les hace sentir como perfectos traidores ¡qué error tan grande!  Ser incondicional es ser servil de los demás, no se puede ser incondicional ni siquiera de los propios hijos, aún cuando se tenga la capacidad de dar la vida por ellos, pues precisamente por amor a ellos no se puede y no se debe ser incondicional.  La incondicionalidad es dañina y terriblemente perjudicial.  El término es tema de discusión para  otro día.

Lo peor de las democracias es mil veces preferible a la mejor de las dictaduras.  
                                                                                                                  Ruy Barbosa

Cuánta verdad encerrada en una línea.  Ningún sistema es perfecto y, de haberlo, en todo caso son los gobernantes en el poder quienes le hacen lucir mal.  Aún así, lo que se entiende por democracia, por muy mal que se practique, es preferible a la belleza utópica del comunismo que por perfecta no puede existir y nunca ha existido plenamente en ningún lugar, pero sí ha sido dramáticamente deformada bajo el engaño y la infamia a la que unos cuantos se someten y otros tantos se rebelan, no sin antes pagar por ello un alto precio...

En una sociedad democrática, con libertad para elegir de manera voluntaria y transparente a sus gobernantes, donde existe libertad para entrar y salir del país cuando se desee hacerlo, con libertad de expresión, sin miedo para hablar so pena de un castigo, detención o riesgo de convertirse en uno más entre tantos desaparecidos, cualquier cosa, por mal que sea vista, nunca será peor que el sometimiento y supuesta aprobación de un pueblo llevado sólo  por el miedo que ejerce la fuerza amenazante, la intimidación y terror de un dictador y todo un séquito de criminales bajo sus órdenes.

Todo pueblo tiene derecho a la libre expresión, sin restricciones y -sin que esto implique un libertinaje y corrupción de tan preciado derecho- a gozar de una buena calidad de vida, de oportunidades en todos los aspectos.  Los gobiernos tienen la obligación y el deber de brindar aquello que todo ser humano requiere, satisfacer sus necesidades básicas mediante programas concretos, un plan de acción que impulse un verdadero desarrollo, una profunda transformación.  El descuido y olvido de un deber fundamental como lo es velar por que el pueblo reciba los beneficios a los cuales tiene derecho, sólo trae como consecuencia lógica el caos reinante donde impera la pobreza, el hambre, la escasés, la delincuencia y criminalidad donde todo parece fuera de control.  La sociedad en ocasiones se asemeja a un pedazo de tierra y una semilla, donde que una y otra han de ser debidamente bien cuidada, seleccionada y trabajada para obtener buenos frutos.

Decía el gran, e indiscutiblemente extraordinario escritor, Víctor Hugo, que la culpa no es de quien comete el delito, sino de quienes  instauran las condiciones necesarias para que el delito sea cometido.  Sus palabras, a siglos de ser escritas, son tan válidas como entonces y aplicables en muchos aspectos.  Los gobernantes tienen el deber y la responsabilidad de proveer a la ciudadania, sin excepción de ninguna clase, todos los recursos necesarios para instaurar las condiciones que le lleve a una vida llena de oportunidad y prosperidad. Gobierno y pueblo son como una familia, donde que  los gobernantes son los padres de ese pueblo que gobiernan, al final, la familia resultante es la patria entera, esa de la que mucho hablan y tanto descuidan, convirtiendo a su pueblo, es decir,  sus hijos, en huérfanos de padres vivos!

Defender un sistema por pertenecer a él no nos debe llevar al extremo de ignorar totalmente las injusticias y atropellos cometidos contra un pueblo, llámese comunismo, socialismo, llámese democracia o como se le quiera llamar.  Dentro de la belleza que debe caracterizar a los países libres, también se encuentran injusticias y actos de corrupción imposibles de defender, pues son indefendibles, tal y como ocurre con los sistemas dictatoriales de izquierda y derecha.  La actitud ha de ser la misma.

Se puede engañar a algunos todo el tiempo y a todos algún tiempo, pero no se puede engañar a todos todo el tiempo.
                             Abraham Lincoln

En el caso de los países bajo el yugo de una dictadura total como sucede en Cuba y como se ve venir a Venezuela, si no le ponen freno a Chávez, hay quienes encajan en las primeras palabras del pensamiento de Lincoln, pues parecen engañados todo el tiempo, pero por fortuna las últimas palabras son tan ciertas como esperanzadoras, pues de no ser así el asunto sería realmente grave.  Gracias a Dios no es así.

En medio de tanta divergencia de opiniones sobresale el tema de la pobreza y de las clases menos favorecidas, recurso vital de todos los políticos sin excepción y a quienes les conviene que existan en mayoría, pues suelen ser presas fáciles para la conquista de sus votos, con lo cual el triunfo está garantizado.  La pobreza, esa que crece cada día y parece que no hay cómo detener, es el puntal más sensible que enfrentar.  Lo triste, al final del día, no es sólo la pobreza estrictamente de dinero, sino la pobreza mental que afecta a muchos, adinerados y profesionales.  Una pobreza que raya incluso en la mezquindad, palpable en muchos de nuestros gobernantes -tiranos y dictadores- a lo largo de la historia, agravando aún más el drama de la miseria, un problema social y económico real, verdadero, para el cual no llega una justa solución.

¿Un discurso olvidado?


Cuántos gobernantes en dictaduras -algunas simuladas, otras declaradas- adornan sus discursos llenos de virtudes, tomando como ejemplo los ideales de Simón Bolívar, pero haciendo caso omiso acerca de su reflexión de la continuación prolongada de un mismo individuo como autoridad, esa tóxica perpetuidad tan dañina "...porque nada es tan peligroso como dejar permanecer largo tiempo en un mismo ciudadano el poder...".

Nuestra responsabilidad

Hay que prestar atención en cómo enseñar a los niños y jóvenes a desarrollar su sentido crítico, a ser más que un pasivo y sumiso observador, sino un ser pensante, esto se ejercita, a riesgo de equivocarnos, todo en la vida es un riesgo y éste bien vale la pena correrlo, y sin dejar de tener presente que para atreverse a pensar ¡hay que tener valor!  ¿Estamos levantando una sociedad con esas características?  

El día en que cada persona comprenda que sus opiniones, su pensamiento, no está comprado y mucho menos condicionado por ningún sistema político, que tenga el valor de reconocer que el gobierno de turno, al cual adversa, hizo algo bien y así mismo ser un denunciante por aquello que considera una injusticia, cuando de su simpatizante se trate, entonces habremos dado un paso al frente.

No sólo en política, sino en la vida misma, no debemos considerar que una persona es buena sólo porque lo es con nosotros, ¿qué pasa con el resto?  El que es bueno lo es siempre, con todos.  Así ocurre en el caso político, si me tienen bien entonces ese gobierno es bueno y no me importa lo que suceda con los demás.  ¡No se debe fomentar ese tipo de reflexión!

En el caso de Panamá es vital estar alertas a todo lo que suceda, ahora y siempre, que ni en la peor de las pesadillas exista la posibilidad de volver a una dictadura, permitiendo que seres inescrupulosos nos gobiernen.  Nuestra joven democracia debe estar bajo vigilancia constante y que los apasionamientos políticos no obstruyan nuestra visibilidad, no se trata de estar a favor o en contra simplemente por diferencias de partidos, sino de valorar las buenas obras realizadas hasta ahora y sancionar las decisiones que atenten contra nuestra seguridad y destino.  Esto, más que un deber, es una responsabilidad.


















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