Por: Miriam Rizcalla de Cornejo
Se acerca el momento. En breve, casi todos los canales de televisión transmitirán el primer debate presidencial -cara a cara- desde Denver, Colorado, entre el presidente Barack Obama, candidato demócrata que busca reelegirse y el candidato republicano Mitt Romney.
La expectativa es grande, se siente. Es uno de los debates presidenciales más esperados. Los republicanos tienen puesta su esperanza en que, luego de esta noche, la simpatía hacia Romney se refleje en las encuestas. Apuestan por la conquista de ese voto que los lleve directo a la Casa Blanca, luego de las elecciones el próximo 6 de noviembre.
Para Mitt Romney será la primera vez verse enfrentado a su rival, lo cual ejerce sobre él mayor presión.
Para Obama, un experimentado orador y para quien no es algo nuevo lo de esta noche, la presión es menor. Como presidente, las encuestas lo aventajan, como suele suceder con la mayoría de los presidentes que buscan reelegirse. De cualquier manera, no la tiene fácil. Cualquier cosa puede suceder. Un mínimo tropiezo y cambian las reglas del juego. Aunque apunta en preferencia de votos, el margen es tan pequeño como peligroso.
Una de las críticas hechas al presidente Obama, al momento de responder preguntas, es su manejo del tiempo, pues tiene la tendencia a extenderse demasiado, lo que lleva a muchos a perderse en sus ideas, en tanto, Romney domina mejor el tiempo dando respuestas más puntuales.
Veremos qué sucederá esta noche. Cómo responderán a la lluvia de preguntas que caerá sobre ellos. Ambos tienen temas -de interés para la ciudadanía en general- que los respaldan y otros que les afectan.
La hora se acerca. Un par de corazones no para de latir. La tensión crece. La ansiedad también. El país centra su atención en lo que viene. Esto apenas empieza. Al rato todos sabrán si los ensayos, que ambos aspirantes han venido realizando para hacerle frente a los embates de esta noche, les funcionó o no...
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