Por: Miriam Rizcalla de Cornejo
No cabe
duda que la Iglesia Católica será por siempre perseguida. A raíz de la
elección del Papa Francisco, esos que sólo tienen ojos para encontrar lo malo
donde no lo está, corrieron a crear un nuevo cartel que muestra al Papa Benedicto
XVI en la silla de madera dorada -de la cual se refieren como el trono de oro-
con la bufanda roja, sus zapatos rojos que tanto dieron de qué hablar, su
tradicional anillo y cruz de oro. A su lado aparece el Papa Francisco en un sencillo sillón blanco, con su habitual sotana blanca y sus viejos zapatos negros
muy usados, su anillo de plata cubierto en dorado y su antigua y nada ostentosa
cruz de plata.
Medio
mundo corrió a divulgar el muy creativo y mal intencionado cartel, reflejo fiel
de lo mezquino y deleznable que puede ser el ser humano. Lo triste es que
la mayoría son católicos y con esto sólo se demuestra el desconocimiento de una
serie de simbologías propias de nuestra religión, tal y como sucede con las
demás.
El rojo
de los zapatos del Papa Benedicto XVI y que tanto se vienen cuestionando,
muchos sin saber por qué, representa la sangre derramada por los mártires de la
Iglesia y la sangre de nuestro Señor Jesucristo, al caminar sobre un suelo
manchado de sangre los zapatos se teñirán de ese color. Es sólo una
simbología de las muchas que caracterizan no sólo a la Iglesia Católica, sino a
otras religiones también y, en lo personal, me parece hermosa!
Aquellos
que ayer decían ofrecer todo su respeto al Papa Benedicto XVI, hoy lo destrozan
con sus comentarios y comparaciones despectivas que no buscan más que atacar y
desprestigiar no sólo al Papa, sino a la Iglesia Católica en sí.
¿Por qué
tanta insistencia en compararlos? El
Papa Francisco se ha referido al hoy Papa retirado, como un ser de gran
humildad, no ha tenido para él más que palabras elogiosas, llenas de admiración
y respeto, ha tenido gestos lindos hacia él, y nos ha pedido que también
recemos por él, ¿por qué no seguir sus pasos? El día que se encontraron
en Castel Gandolfo, hubo un claro mensaje de humildad de parte de ambos.
Hoy
tenemos a Bergoglio como Papa debido a la sorpresiva renuncia del Papa Benedicto XVI,
y aunque hubo cardenales que públicamente cuestionaron su renuncia, dejando en
evidencia su desacuerdo, también es cierto que las cosas son como cada uno las
quiera ver, para muchos no dejó de ser un gran gesto de humildad, nadie lo
obligó, él podía seguir sentado en el famoso “trono de oro” que tanta comezón produce
en los creadores de estos carteles, podía seguir gozando de todos los
privilegios y honores correspondientes a un Papa, pero no, decidió
retirarse en silencio para meditar y orar, apartado de nuestro bullicioso mundo.
Ese
encuentro, que brevemente tuvimos el privilegio de presenciar, dejó en
evidencia, entre otras cosas, su fragilidad, no todo el mundo tiene el mismo nivel de
resistencia y en él el deterioro de su salud es evidente, luce muy frágil y
debilitado.
Los que
somos católicos, por favor no sigamos propagando esas imágenes que sólo generan
discordia en un mundo de por sí convulsionado, a los detractores de nuestra
Iglesia para qué hablar, nada los detendrá, no habrá mensaje que les haga
recapacitar, pero nosotros, los católicos, no los imitemos, no los apoyemos
compartiendo esos carteles absurdos en internet. ¿Qué clase de fieles somos que
nos convertimos en aliados de nuestros atacantes? No les hagamos la guerra, pero tampoco los
respaldemos, con ignorarlos basta.
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