Por: Miriam Rizcalla de Cornejo
Así como hay palabras que se ponen de moda, también hay preguntas que hacen eco en todas partes. Suenan y resuenan tanto que llegan a cansar. ¿Dónde te ves dentro de cinco años? ¿?...La primera vez me pareció divertida, la segunda vez sospechosa y la tercera me aburrió...
¿Dónde te ves dentro de cinco años? ¡Por amor a Dios! Así como tengo defectos tengo virtudes, pero ninguna tan extraordinaria como para adivinar el futuro ¡cosa que por nada del mundo quisiera saber! Mi hija diría: ¡yo ni siquiera sé qué voy a querer desayunar mañana! Y es que de eso se trata. No sabemos qué ocurrirá en las siguientes horas, minutos, segundos próximos de nuestra existencia, ¡cuánto menos dentro de cinco años!
¿A quién se le ocurrió semejante idea? ¿Fue alguna empresa de capacitación para el desarrollo de la personalidad o algo parecido? ¿Se trata de una pregunta capciosa en entrevistas de trabajo, clases, seminarios? Claro que tiene una intención y a la vez un sin sentido. Lo que irrita es el abuso de la pregunta, cualquiera y por nada se aparece con la bendita interrogante. En vez de pensar dónde estaremos y qué haremos dentro de cinco años, ¿no sería mejor concentrarnos en el presente, constructor de nuestro futuro?...No hago planes a largo plazo. El futuro es algo incierto. No quiero saber qué pasará dentro de cinco años, con fe espero vivirlos...
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