Por: Miriam Rizcalla de Cornejo
El timbre del teléfono me despertó. Era muy temprano. La primera llamada para felicitarme por mi cumpleaños, la más esperada por mí: mi hijo. Luego de un día algo difícil, nada como mis hijos para hacerme tan feliz. Besos y abrazos de mi niña, mi esposo, saludos y felicitaciones de amigos y familiares me hicieron de alguna manera el día. Sin embargo, como siempre, un halo de nostalgia suele acompañarme para mi cumpleaños, tal y como suele sucederme en Navidad, y en mi caso aún más, al encontrarme tan lejos de mi familia, se les extraña tanto...
Hoy, al revisar mi facebook, me encontré un saludo hermoso de una de mis sobrinas, sincero, sentido...me hizo llorar, me sentí alegre por sentir muy de cerca el gran cariño que mi familia siente por mí, y triste al mismo tiempo, esa mezcla de sentimientos extraños y difíciles de explicar...
Ya es tarde, casi termina el día. Hace un ratito me cantaron el feliz cumpleaños, un hermoso y delicioso dulce con sus velitas para celebrar, me tomaron por sorpresa, no me lo esperaba, de pronto me vi rodeada de todo un gentío cantando para mí, me emocioné, el dulce fue visto y desaparecido, todos contentos, lo cual me contenta a mí...
Pero no dejo de sentir ese no se qué muy dentro de mí...Ya mi cuñada me espera con lo prometido desde la mañana: una champañita bien fría, y a juzgar por la hora que es, seguro que ha de estar más que fría...entre un chin chin de copas y algo de música culminaré mi día agradeciendo a Dios infinitamente por este año más de vida que me da, y por todas las bendiciones recibidas, por la salud, por todo, ya sea en positivo o negativo siempre nos queda un aprendizaje, lo cual se traduce en ganancia, experiencias enriquecedoras...en mis pensamientos, al alzar mi copa de champán, imaginaré que estoy rodeada y bien acompañada por todos mis seres queridos...A la salud de todos!
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