Por: Miriam Rizcalla de Cornejo
No pensaba escribir, ni hacer comentario alguno, en relación al incidente ocurrido anoche con el Himno Nacional de Panamá, (mi país), previo a un evento boxístico.
Anoche, antes del combate -que no es lo que me trae hoy por aquí- una joven subió al ring para cantar nuestro himno, y para el asombro de los espectadores, olvidó y cambió la letra, la música. Todo. Intentaron ayudarla, dándole pistas para retomar las líneas. Fue inútil. Su mente se bloqueó, como decimos, se blanqueó, el pánico escénico se apoderó de ella y perdió el control de la situación. No supo ni pudo parar. Siguió adelante para mayor angustia de los presentes y televidentes.
Como era de esperarse, en las redes sociales arremetieron con toda su furia ante lo sucedido. No se pudo despotricar más, porque los calificativos e insultos se agotaron. Todos fueron utilizados ¡y hasta repetidos!
Por un lado, se cuestiona severamente a la joven por masacrar e irrespetar nuestro himno de esa manera y por otro, a los encargados de llevarla a un importante evento transmitido a nivel internacional.
Estoy de acuerdo en que la joven debió saber el grado de compromiso que tal evento implicaba, que debió practicarlo hasta el cansancio, y que hay ocasiones en las que uno debe saber parar. Pero la mente es un misterio y una cosa es pensar metido en medio de las sábanas, y otra estar parado frente a la opinión pública. Dúdolo mucho haya sido su intención irrespetar nuestro amado Himno Nacional, nadie quisiera verse a sí mismo en medio de una situación tan lamentable. No pudo ser su intención. No se trata de excusarla, sino de ver las cosas por partes.
En esto algo tendrá que explicar la parte organizadora que la puso allí. Elegir a quién interprete el Himno Nacional -del país que sea- debe ser visto con seriedad. Hubo tiempo para una acertada selección, y Panamá cuenta con artistas calificados y muy profesionales.
La responsabilidad de lo sucedido recae en ambas partes, no se puede separar una de la otra. Ahora, con los nervios de una persona nadie puede pronosticar cuál será el resultado final. Cualquier cosa puede suceder y nunca se sabe cuándo será ese día. No conocemos la trayectoria artística de la joven, no sabemos en qué se basaron para elegirla. Sin embargo, es posible escoger a alguien preparado y que algo similar ocurra.
Celebridades que han olvidado el Himno Nacional
En mi opinión, Cristina Aguilera es dueña de una garganta privilegiada. Amo su voz, digan lo que quieran de ella, pero como artista es maravillosa. Sin embargo, su talento indiscutible, sus multimillones ganados gracias a su voz, su larga y exitosa trayectoria en los escenarios más exigentes del mundo, no impidieron que los nervios la traicionaran, y olvidara la letra del Himno Nacional de Estados Unidos, en la apertura de un Super Bowl, años atrás.
Igual le sucedió a la cantante mexicana, Tatiana, la reina de los niños. Simple y sencillamente se le olvidó la letra de su propio Himno Nacional.
Y qué me dicen de la muy famosa Shakira. En Colombia tiemblan cuando va a cantar el Himno Nacional, pues en dos ocasiones se le ha olvidado y cambiado la letra.
Y es que interpretar el Himno Nacional de todo país supone un reto atemorizante para el más experimentado, tanto que algunos no se aventuran a pasar un mal rato. Tal es el caso de Beyoncé, de quien dicen no cantó realmente el día de la toma presidencial de Obama. Lo hizo tan bien, que muchos lo creímos.
Ya todos conocen de sobra lo ocurrido, tanto como que la joven, aunque en circunstancias desfavorables, hoy está en boca de todo el mundo, y por tanto famosa. Hoy todos saben que su nombre es Stephanie Weston Pineda. Antes de su presentación nadie la conocía, a juzgar por la pregunta de todos: ¿Quién es, quién es ella, de dónde salió...???
Pero más que comentar lo sucedido, lo que me anima a escribir hoy, es el nivel de crueldad que nos caracteriza a todos. Somos tan malos, pero tan malos, que la maldad no cabe dentro de nosotros y tenemos que sacarla de alguna manera.
Sólo he leído a tres personas expresando comentarios compasivos, discretos. Cuestionan sin perder el sentido de comprensión o humanidad, ese que en ocasiones se desvanece dentro de nosotros.
Lo curioso es como siempre digo, los más creyentes, los más religiosos, los que tienen a Dios en la boca y el rosario en la mano todo el tiempo, son los primeros en aventurarse a destrozar sin piedad ni misericordia, haciendo un delicioso festín del infortunio de quien fácilmente pudiera ser, el día de mañana, uno de nuestros hijos, hermanos, familiares, amigos muy queridos, en fin, alguien de quien lamentaríamos pasara por una situación así. No son pocos los que han pedido que la maten -imagino que en broma- y una barbaridad de expresiones fuera de control. Es como si dentro de nosotros hubiese una rabia y frustración contenida, un resentimiento con la vida, que a la primera oportunidad aprovechamos para sacar con todas las ganas. Luego esos mismos, sí, esos que leen las Sagradas Escrituras todo el tiempo, intentan enseñarnos que la boca habla de lo que está lleno el corazón, y que la lengua es tan pequeña como difícil de sujetar, y por ahí sigue un listado de hermosas enseñanzas similares. Pero pasa un incidente como el de anoche y adiós con toda esa espiritualidad. ¡Qué belleza!
No incluyo a todos, pues aunque pocos, sí hubo personas que opinaron lamentando lo sucedido sin descender a esos niveles tan tristes que refiero.
Todos nos equivocamos de una u otra forma, nos contradecimos incluso. De hecho, pocas cosas tan difíciles de lograr, como ser coherente entre pensamiento, palabra y acción. Leo, escucho, observo y advierto con cuánta frecuencia nos ocurre...